Qué es el síndrome de Peter Pan y por qué arruina las relaciones

Cuando cumplió 32 Juana pensó que su novio se iba a acordar y quizás, tener un lindo gesto. Aunque no esperaba ni un anillo ni una cena de lujo, sí fantaseaba con cierta proactividad. A las 20:36 recibió un mensaje de texto: “¡Me colgué! Feliz cumple reina. Sos lo más. ¿Nos vemos mañana?”. Le escribía desde lo de un amigo, después de una sesión de FIFA, comiendo empanadas.
A lo largo de tres años de relación, ella se había acostumbrado a no pedirle mucho. No porque no quisiera, sino porque pedir implicaba lidiar con malhumor, sarcasmo y hasta rachas de comportamiento errático. Él nunca había querido mudarse juntos -decía que era demasiado pronto-, cambiaba de trabajo cada seis meses -en ninguno terminaba de proyectarse- y después de una discusión, por más mínima que pareciera, desaparecía, a veces por días; otras, semanas. No era violento, ni cruel, ni del todo indiferente. “Era como salir con un adolescente, pero con barba, monotributo y casi 40 años”, resumió Juana en un diálogo con el medio.
El suyo no es un caso aislado. Aunque muchas veces se los minimiza bajo frases como “a los hombres les cuesta madurar”, hay un patrón que en la psicología popular tiene nombre desde hace décadas: el síndrome de Peter Pan (SPP).
¿Cuál es el jugo que ayuda a eliminar la gastritis?
Popularizado en 1983 por el psicólogo Dan Kiley, el término se refiere a los hombres (aunque no excluye por género, sí prima en este) que evitan los compromisos, muestran una marcada inmadurez emocional, laboral y vincular, tienen conductas irresponsables y rasgos narcisistas.
Cabe aclarar: aunque es un término analizado en la psicología y psiquiatría, no está reconocido oficialmente en manuales diagnósticos como el DSM-5 ni por la OMS.
En su libro The Peter Pan Syndrome: Men who have never grown up (El síndrome de Peter Pan: Los hombres que nunca crecieron), Kiley introduce su caso de estudio de la siguiente manera: “No pone en riesgo la vida, así que no es una enfermedad. Pero sí amenaza la salud mental, así que es más que una simple molestia. Sus síntomas son bien conocidos. Su presencia es innegable y, en nuestra sociedad, está causando muchos problemas. Si bien sospecho que han existido casos aislados durante mucho tiempo, en los últimos 20 años, las presiones de la vida moderna exacerbaron los factores causales, provocando un aumento dramático en su frecuencia y hay razones de sobra para esperar que empeore en los próximos años“.
No estaba errado. El cine está plagado de personajes masculinos que representan este concepto: Rob Gordon (High Fidelity, 2000), Neal Fox (Uptown girls, 2003), Andy Stitzer (The 40-Year-Old Virgin, 2005), Adam (Girls, 2012); y la música de letras que los describen líricamente: Norman Fucking Rockwell (Lana Del Rey, 2019), Peter (Taylor Swift, 2024) y Manchild (Sabrina Carpenter, 2025) son solo algunos de los miles de ejemplos que sirven para explicar el fenómeno del “hombre-niño” al que se refirió Kiley por primera vez hace ya 42 años.
“Mi primer caso clínico fue una víctima del síndrome: George. Tenía 22 pero parecía de 10. Sus expresiones emocionales eran exageradas, fuera de lugar y ridículas. Hablaba mucho, pero decía poco. Ya era momento de que siguiera adelante con su vida, pero anhelaba sus despreocupados días de secundaria. Yo pensaba que superaría su miedo a la adultez. Hasta el día de hoy, no sé si lo hizo”, cuenta Kiley en el primer capítulo de su libro. “Durante mis años de trabajo con adolescentes, universitarios y jóvenes adultos me di cuenta de que un alarmante número de varones no estaban alcanzando la adultez”.
7 síntomas del hombre-niño
En el primer capítulo del libro, Do you know this manchild? (¿Conocés a este hombre-niño?), Kiley define el perfil de aquellos que sufren el SPP como “hombres por su edad y niños por sus actos” y enumera los siete rasgos psicológicos principales de las “víctimas”.
Parálisis emocional: Sus emociones están atrofiadas. No se expresan como se experimentan. Pueden decir que aman o se preocupan, pero no logran expresarlo. Irónicamente, aunque comenzaron siendo niños muy sensibles, suelen parecer egoístas hasta el punto de la crueldad. Finalmente, pierden contacto con sus emociones y no saben lo que sienten.Procrastinación: Postergan todo hasta que no les queda otra opción. Tienen metas vitales vagas, porque evitan pensar en ellas. Con los años, la culpa los lleva a convertirse en personas que siempre necesitan estar haciendo algo. No saben cómo relajarse.Impotencia social: Aunque lo intentan, no logran formar amistades reales. En la adolescencia se dejan llevar por sus pares. Buscan la aceptación de conocidos antes que el afecto familiar. Pensamiento mágico: Evitan asumir roles y responsabilidades propias de la adultez, como seguir una carrera profesional, administrar finanzas, mantener una relación estable o cualquier plan a largo plazo que implique sacrificios, prefiriendo vivir el momento. Suelen culpar a otros por sus fallos. A menudo, esto los lleva al consumo de drogas como vía de escape.Conflicto con la madre: La ira y la culpa generan una ambivalencia abrumadora. Quieren alejarse de su influencia, pero se sienten culpables al intentarlo. Conflicto con el padre: Se sienten alejados del padre. Lo idealizan sin comprender sus fallas. Muchos de sus problemas con figuras de autoridad tienen origen en esta relación truncada. Traba sexual: La impotencia social se traslada a este terreno. Después de la pubertad, buscan desesperadamente una novia. Cuando se inician sexualmente, pueden buscar cantidad antes que calidad, buscando validación. Necesitan parejas dependientes y se sienten amenazados por mujeres fuertes o autónomas.
Para mayores de 50: qué suplementos hay que tomar para no estar cansado ni perder masa muscular
“Durante la adolescencia tardía y los primeros años de la adultez se entregan a un estilo de vida impulsivo. El narcisismo los encierra en sí mismos y un ego irrealista los convence de que pueden y deben hacer todo lo que sus fantasías les sugieren. Más adelante, tras años de una mala adaptación a la realidad, el ‘yo quiero’ es reemplazado por el ‘yo debería’. La búsqueda de la aceptación ajena se vuelve su única manera de encontrar aceptación propia. Sus berrinches se disfrazan de afirmaciones varoniles. Dan el amor por sentado, sin aprender nunca a devolverlo. Fingen ser adultos, pero en realidad se comportan como niños malcriados“, dice el psicólogo.
“Los signos más frecuentes del SPP son la evasión de responsabilidades a nivel general, inmadurez emocional, dificultad para mantener relaciones afectivas estables y sostener los compromisos que estas conllevan, baja tolerancia la frustración y al estrés, baja autoestima, miedo al fracaso y una idealización constante de la juventud”, dice Macarena Gavric Berrios, psicóloga clínica (M.N. 72601).
¿Por qué se ve especialmente en los varones?
Aunque no quiere decir que no se haya observado en mujeres, el SPP ha sido más frecuentemente observado y descrito en varones. Gavric explica que esto se debe, en parte, a factores socioculturales.
“Históricamente se ha permitido una mayor tolerancia hacia la prolongación de la adolescencia en hombres que en mujeres. Socialmente, a los varones se les permite ‘tardar’ más en asumir roles adultos, mientras que a las mujeres se les exige madurez y cuidado de otros desde etapas más tempranas”, planea la psicóloga.
En este sentido, Gavric resalta la importancia del tipo de crianza. “Es común en estos casos encontrar historias de sobreprotección materna donde se obstaculiza el desarrollo de la autonomía del niño, impidiendo que se confronte con la frustración, el error y el aprendizaje por experiencia propia”, plantea y, en paralelo, habla de la posibilidad de que exista un trauma o una carencia afectiva subyacente -puede ser una figura paterna ausente, débil o punitiva, por ejemplo- que esté disparando dicho comportamiento.
Sol Candotti, Health coach, trae a colación una investigación de Harley Therapy que señala que una infancia marcada por negligencia emocional, abandono o exceso de protección puede llevar a que una persona evite el dolor del crecimiento y se refugie en una identidad infantil prolongada. Así, la negación o evasión aparecen como mecanismos de defensa para no enfrentar la ansiedad que les provoca el compromiso y la responsabilidad.
Consecuencias
Las consecuencias del SPP en la vida adulta se observan tanto en el ámbito de los vínculos afectivos como en el laboral.
De acuerdo con Gavric, en las relaciones de pareja suele generarse un desbalance marcado: ”Uno de los miembros asume un rol adulto y hasta ‘parental’, mientras que la persona con el SPP adopta una postura infantil, dependiente, egocentrista o evitativa”, observa. ”Estas dinámicas generan frustración porque mientras uno asume excesiva carga emocional, el otro evita el crecimiento“, agrega Candotti. Ambas coinciden en que esta estructura suele derivar en rupturas, por la dificultad de sostener vínculos afectivos significativos y prolongados en el tiempo, y en ciclos de conflictos no resueltos.
En el ámbito laboral, por su parte, Gavric identifica que la dificultad para sostener la rutina, tolerar la autoridad o asumir compromisos a largo plazo puede derivar en inestabilidad profesional, ciclos de abandono o cambio constante de ocupaciones y, probablemente, dificultades para integrarse en equipos.
“A largo plazo, son factores que impactan negativamente en la autoestima y en la construcción de un proyecto de vida”, asevera la psicóloga.
Con un tono serio aunque cargado de humor, Kiley alienta a sus lectores a identificar a posibles víctimas del SPP para intentar ayudarlos. “No están mentalmente enfermos ni son incapaces de funcionar en la sociedad, pero están profundamente tristes“, subraya. ”Aunque se esfuerzan mucho en camuflar su tristeza con alegría y actividades deportivas -y, en muchos casos, el engaño funciona por años-, eventualmente, las personas que los quieren se desilusionan de su inmadurez y alejan definitivamente. Cuanto antes sepas quién es, mayores serán tus posibilidades de ayudarlo. Puede ser tu hijo, tu esposo, un tío, un primo, un amigo, un vecino o un compañero de trabajo. Si sos hombre, ¡podrías ser vos! Sea quien sea, él cree que no quiere tu ayuda. No la quiere, porque no sabe que la necesita. Está equivocado“.
Es más que una “fobia al compromiso”; describe un patrón de inmadurez emocional, relacional y existencial Mente
Leave a Comment