Pettoruti en La Plata: una plazoleta vandalizada, una placa que ya no está y un museo que lleva su nombre​

Ciudades grandes y pequeñas en todo el mundo suelen dedicar plazoletas, calles y museos a importantes artistas o escritores que salieron de su terruño y marcaron hitos en la historia. Abren sus viviendas para recordarlos: México tiene la Casa Azul de Frida; la de Dalí está en Portlligat, Cadaqués; la de Neruda en Isla Negra. Cualquier lista es incompleta, además de interminable.

Casi no hay placas o reconocimientos visibles que recuerden a quien pasea por las diagonales de la capital bonaerense que Emilio Pettoruti, precursor de la modernidad en la Argentina, fue platense. Y pocos han marcado la historia del arte argentino tan profundamente como él, un rupturista de su tiempo que llegó a convertirse en el artista argentino más cotizado en las subastas. El año pasado se cumplieron 100 años desde su regreso a la Argentina, luego de un largo viaje a Europa que emprendió en 1913, cuando zarpó rumbo a Italia. También se cumplió un siglo de su famosa exposición en la galería Witcomb, en octubre de 1924, “un antes y un después en el rumbo del arte argentino, y también en la forma de mirar la obra de arte desde el gran Buenos Aires hacia el resto del mundo”, según escribieron Alejandro Taján y Estela Consiglio en el catálogo de una muestra de Pettoruti en Málaga (2002).

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Calles con su nombre sí hay muchas. Google Maps las señala en varios puntos de la provincia; también en Córdoba, en Santa Fe, en Salta y hasta una muy corta, de tan solo veinte metros, en la ciudad de Buenos Aires, conectando a las avenidas Figueroa Alcorta y Libertador. ¿Ha reconocido lo suficiente La Plata a este ciudadano que trajo al país las vanguardias y los nuevos lenguajes artísticos de la modernidad?

“El acto más importante que le rinde la ciudad de La Plata al artista es haberle puesto su nombre al Museo Provincial de Bellas Artes”, opina en diálogo con LA NACION Rodrigo Díaz Varela, presidente de la Fundación Pettoruti, organización creada en 1987 por iniciativa de la hermana del artista, Lía Esther, y un emprendedor en el campo de las artes visuales, Tomás Roberto Díaz Varela, con el objetivo de promover y difundir la vida y la obra del pintor.

Fue en 2007 cuando se agregó al museo el nombre de quien había sido director de esa casa durante veinte años, entre 1927 y 1947. Según relata Federico Ruvituso, actualmente al frente del museo, esa decisión llegó luego de un debate que contemplaba también al dibujante costumbrista Florencio Molina Campos, muy popular y que había pintado la provincia. “Pettoruti, muy en la vereda de enfrente, era el pintor argentino más reconocido internacionalmente, moderno, vanguardista, que representaba un lenguaje abstracto bien diferente. En algún momento discutieron esas dos tendencias completamente antagónicas por el nombre del museo. Hoy esto es parte de la diversidad de la historiografía”, cuenta Ruvituso a LA NACION. Dos obras de autoría de Pettoruti integran la colección del museo. El lápiz maestro, un óleo sobre tela de 1935, y El puente viejo, pintado sobre cartón entre 1916 y 1917. También en 2007, la Legislatura provincial declaró a Pettoruti ciudadano ilustre post mortem, por medio de la Ley 13.754.

En la intersección de las calles 49, 11 y la diagonal 74 de la ciudad, se eleva una lápida con dos mosaicos que emulan obras del maestro; uno está roto, lo que impide distinguir la imagen. Parece un arlequín. El otro reproduce el cuadro El hombre de la flor amarilla (1932), una obra no exhibida, pero que forma parte del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes. Ninguna placa identifica a la plazoleta por su nombre.

En el patio del rectorado de la Universidad Nacional de la Plata, sobre la avenida 7, entre las calles 47 y 48, se encuentra exhibida la Primavera (1914), una de las pocas obras de mosaicos de Pettoruti, realizada en su taller en Florencia. Es la imagen de una mujer sentada sobre un campo verde y un grupo de cipreses bajo el cielo azul y blanco. Meditazione (1915), otro de estos mosaicos, se encuentra emplazado en el primer piso del hall central del pasaje Dardo Rocha.

Hoy en día, en La Plata no está indicado dónde vivió el artista. “Los catálogos de los salones nacionales en los que participó Pettoruti refieren dos direcciones para localizar a su casa en La Plata. Una numerada en Calle 3 N°1009 y la otra, en la calle 53 N°404. La casa sobre la calle 3, tenía salida hacia la 53 y la 54. Según fuentes secundarias que lo indican, se podría pensar que la familia tenía toda la manzana”, como supone el Doctor en Artes Agustín Bucari. Actualmente, la numeración de la Calle 3 N°1009 no existe (salta del N°1005 a N°1011). Según confirmaron en la Fundación Pettoruti, antes solía haber una placa en la calle 3 y 53; era un homenaje al artista por parte de la Municipalidad de La Plata (1982). No obstante, según pudo corroborar LA NACION, la placa ya no se encuentra en su sitio; quedaron los orificios como testigos de que alguna vez estuvo allí.

“Una plazoleta vandalizada que lleva su nombre; el rastro de una placa que ya no está en la casa natal. Eso también es Argentina”, remata Díaz Varela.

La otra cara de la moneda

El cariño del artista hacia su ciudad puede leerse en sus escritos y verse en sus pinturas. “Varias son las ciudades del mundo que amo, ya sea por su belleza o por las bellezas que atesoran (…); pero existe una sobre todas a la que me siento ligado por lazos de profundo afecto y recuerdos que me son muy caros; es La Plata, la ciudad más joven de mi país, de planta urbana cuadrada cruzada por diagonales abiertas, emplazada en una llanura sin fin sobre la margen del río más ancho del mundo (…)”, relata él mismo en su libro Un pintor ante el espejo.

“Para Pettoruti, la nostalgia de los árboles del bosque de la Plata lo acompañará en cada tela, como él mismo aseguró en su autobiografía. En 1917, a cuatro años de llegar a Europa, Pettoruti pinta los bosques de La Plata”, escribió Javier Villa en el texto curatorial de la muestra Nuevo Mundo (2024), realizada el año pasado en conmemoración del centenario del regreso de Pettoruti y Xul Solar a la Argentina. Incluso durante su segunda estancia en Europa, nombra a una de sus pinturas hecha en su atelier de París Quietud más allá o Punta Lara (1957), aludiendo a uno de los balnearios de su ciudad natal. “Los colores y las formas que retuve cuando niño las llevé conmigo por dondequiera fuesen mis pasos y están en mis telas”, escribió Pettoruti.

El mismo artista confiesa en su libro que sentía una deuda con su país y sobre todo con su provincia, que le había financiado sus estudios en Europa. Quizá por eso entregó dos décadas de su vida a la gestión del museo provincial. Allí, se propuso que el arte llegara a cada rincón de Buenos Aires por medio del Vagón de Arte, “una suerte de museo total sobre ruedas proyectado por mí, servido por un solo empleado”, describe él mismo en su libro.

“Pettoruti concibió su paso por el Museo prácticamente en los términos de una refundación, en un intento de convertir a La Plata en el faro cultural de la Provincia de Buenos Aires”, señala Ruvituso en el prólogo de Vagón de arte. Ver, oír, leer. Rescates. (Ediciones Bonaerenses. 2022), una publicación que rescata aquel proyecto impulsado por el artista. La idea de vagón se definía como una de las políticas centrales para dinamizar al museo que había permanecido demasiado tiempo estancado, continúa explicando en su texto Ruvituso. En el tiempo de la gestión de Pettoruti, el proyecto del artista se habría cristalizado en una biblioteca, un archivo y la creación de grandes salones en distintas localidades de la provincia. Unos años años más tarde, en 1948, durante la gestión de Numa Ayrinhac, el vagón habría llegado a Bahía Blanca, Necochea, Tres Arroyos, González Chaves, Azul, Olavarría, General Lamadrid, Bolívar, Pehuajó, Carlos Casares, Nueve de Julio, Chivilcoy, Veinticinco de Mayo, Saladillo, Roque Pérez, Lobos y Cañuelas, señala el mismo texto.

“Hoy el proyecto vive cuando el museo se mueve por la provincia, llevando sus colecciones, políticas, salones y proyectos. La idea original de Pettoruti mutó con el tiempo y otros la recuperaron de diversas maneras: como avanzada cultural, como forma de territorializar el arte y como manera de construir identidad bonaerense. Se realizan más de doce exposiciones por año tratando de cubrir el máximo territorio posible y hacer llegar nuestro arte a toda la Provincia, mientras recuperamos la historia de estos proyectos, la biblioteca y el archivo”, analiza Ruvituso. “La ciudad recuerda y celebra a Pettoruti como si fuera una especie de espíritu, una forma de hacer. La idea de que La Plata es un semillero de artistas. El museo Pettoruti es el museo Pettoruti porque él fue director, y tenía esa idea de ir y venir de la Provincia. Pettoruti es una figura del “se puede hacer”, remata el director de este Museo Provincial, que en 2024 lo homenajeó con diversas actividades en el marco del programa Regresos, centenario de la vuelta al país de Pettoruti y Xul Solar.

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