Análisis | ¿Vuelve el kirchnerismo o se rearma el peronismo?

La masiva concentración de anteayer en apoyo de Cristina Kirchner, en Plaza de Mayo, dejó un par de certezas y muchas dudas respecto del impacto que ese acontecimiento tendrá para el futuro del peronismo, en particular, y de la política nacional, en general.
En primer lugar quedó demostrada la capacidad de movilización, que (aunque menguada y menguante) conserva el perokirchnerismo. Tanto como la vigencia del convocante poder simbólico de la expresidenta, que con su condena e inhabilitación enlaza su biografía, más que nunca, con la memoria emotiva del peronismo y sus avatares históricos. A pesar, también, de muchos peronistas.
Sin embargo, quedaron varias incógnitas sin resolver, pese a los intentos del cristicamporismo de dar por saldadas en su beneficio disputas de poder y de sentido amparados en esa congregación multitudinaria contra la prisión (domiciliaria) que pesa desde el 10 de junio de 2025 sobre “la jefa” por defraudar al Estado.
Contra lo que indica la foto de la Plaza junto con el operativo de instalación pública de Máximo Kirchner, las evidencias abren profundos interrogantes respecto de en quién se encarna ese sujeto colectivo tácito enunciado por la expresidenta (y madre) cuando lanzó el “vamos a volver”. Tanto una expresión de deseos como un llamado a la acción, presentado como profecía.
Las primeras imágenes podrían llevar a algunos a responder que después de lo sucedido anteayer “vuelve el kirchnerismo”. Pero detrás de esos estertores del pasado asoma otra realidad de cara al futuro. Nada lleva a concluir que ese pretendido augurio cristinista pueda ser resumido y concretado por La Cámpora y, ni siquiera, por lo que fue el universo kirchnerista. Tal vez por eso, la expresidenta condenada sintió la necesidad de aclarar que lo decía “porque el pueblo siempre vuelve”. Como para que algunos memoriosos (y muy poco camporistas) recordaran con mordacidad aquella máxima de Juan Perón: “Mi único heredero es el pueblo”.
Todo indicaría que, en realidad, ayer empezó a trazarse una diagonal para rearmar el peronismo y no para encarar la misión hoy imposible de resucitar el carácter dominante del kirchnerismo. Aunque cristinistas y antikirchneristas (mileístas y macristas) se empeñen en coincidir, en su respectivo beneficio, para darle al kirchnerismo un volumen y una entidad mayores que los que tiene. Unos para subir su cotización y los otros para seguir sosteniendo ese fantasma capaz de aglutinar a todo aquel que teme su regreso y justificar sus acciones (y defecciones).
“Con el acto en la Plaza terminó una historia, que es la solidaridad con Cristina, al que fueron los que son solidarios con ella y los que son solidarios cuando no les conviene no ser solidarios. Pero todo terminó anteayer a la noche. Hoy empieza una historia nueva, con participación de los gobernadores, los intendentes bonaerenses con Axel Kicillof y con La Cámpora y Cristina Kirchner, para el armado de las listas provinciales”, afirma un veterano consultor del peronismo. Así, valida que antes que la resurrección kirchnerista acaba de empezar una incierta reorganización del peronismo.
Las presencias y las ausencias en la movilización (tan numerosas como significativas unas y otras), así como el tenor de las conversaciones en curso y mensajes cruzados, durante y después del acto, van en la misma línea de rearmar el peronismo. Aunque eso todavía lejos esté de abrir paso a una renovación.
Los dirigentes que fueron a la Plaza de Mayo y que siguen protagonizando las discusiones, así como el promedio de edad de los presentes demuestran que renovar es un verbo difícil de conjugar en ese espacio. A diferencia de los días de gloria kirchnerista (ensalzados por Cristina Kirchner), anteayer predominaron los mayores de 30 años. Fue un dato que no pasó inadvertido y llevó a un observador a señalar que “La Cámpora está muy cerca de repetir lo que le pasó a la Junta Coordinadora alfonsinista, que envejeció sin llegar al poder por sus propios méritos”.
Por eso, la preocupación dominante en el peronismo es conectarse con los votantes que no vivieron como adultos “los años dorados kirchneristas”, sino que padecieron sus últimas administraciones. En el tercer gobierno kirchnerista volvió la alta inflación y en el cuarto terminó en niveles siderales. Son datos.
No es casualidad que los menores de 30 resulten el gran soporte de Javier Milei y que su mayor activo sea el combate a la inflación, así como que siga siendo la prioridad de su Gobierno. Aún a riesgo de complicar otras variables. La política, a veces, tiene mucha lógica.
La cuestión etaria predomina, así, en todos los espacios, pero más en el peronismo en su pretensión de darse una nueva sobrevida, antes de quedar reducido a una confederación de partidos provinciales o vecinales, como el radicalismo y Pro.
“Hay que reconectarse con un sujeto social que dejó de escucharnos. Entre ellos, los que, proviniendo de estratos peronistas, votaron a Javier Milei en 2023 y ahora prefieren no ir a votar porque el Gobierno no satisfizo sus expectativas, pero no perdieron sus esperanzas y siguen enojado con nosotros o no ven en nosotros nada que los atraiga”, esa es la idea que, impulsada por intendentes enrolados con Axel Kicillof y por el massismo, empezó a calar en el dispar entramado peronista bonaerense, con la anuencia de Cristina Kirchner, que en las malas siempre se muestra más benévola y más pragmática que sus seguidores. Será una tarea titánica a juzgar por la narrativa dominante en estas horas de festivo duelo (valga el oximoron), en las que el pasado estuvo más presente que el porvenir.
Pero el futuro ya llegó y las teorías se enfrentan con la enorme dificultad de resolver las disputas internas bonaerenses. Hasta anoche, nada había mejorado. La espuma de la movilización mantenía obturados los ductos entre el cristicamporismo y el kicillofismo, pese a las expresiones de deseos de unidad.
No obstante ya se barajan dos opciones para conformar la oferta bonaerense si todo no se rompe antes y el rearmado del peronismo es abortado por la fractura kirchnerista. Si al final se impusiera la idea cristicamporista de que Máximo Kirchner reemplace a su madre como candidato a diputado provincial por la tercera sección electoral, los apóstoles de la unidad impulsan que Kicillof y Sergio Massa pongan a nombres fuertes y conocidos de sus espacios en los primeros lugares.
La otra alternativa es llevar a intendentes jóvenes, como Federico de Achával (Pilar), Juan Andreotti (San Fernando) o Nicolás Mantegazza (San Vicente) para facilitar el rearmado e iniciar la renovación. En este caso la mira estará puesta en 2027.
Sería una forma de asumir y asimilar que en este turno ven casi seguro una derrota a manos del antikirchnerismo, encabezado por el mileísmo y reforzado por macristas y radicales, así como que para tener alguna chance dentro de dos años necesitan una renovación. No alcanza con el revival del vinilo, que despertó la voz sin rostro de Cristina, enviada desde su “balcón de hierro”. Además, el futuro depende de que las disputas internas no terminen en una guerra fratricida. Riesgo aún latente.
La aparición de Máximo Kirchner ayer en Radio con vos, consecuencia de la nueva realidad del espacio y fruto de un viejo planteo de su madre (“no me sirve que hable desde la clandestinidad”) lejos estuvo de mejorar las relaciones internas.
“No vamos a caer en provocaciones, porque eso es lo que buscan. Hay que actuar con responsabilidad”, dijeron al lado de Kicillof tras la incursión radial. Complicado.
No sorprende así el negativo escenario que el panperonismo (al igual que otros opositores) vislumbra para sí en la elección de octubre próximo. Sin embargo, sí podría llamar la atención la ilusión que conservan para el siguiente turno electoral, cuando Milei intentaría la reelección tras afianzarse este año. En ese escenario todo parece depender más de los resultados económicos y menos de la oferta electoral. Y habrá que ver cómo Milei aprovecha el muy probable vacío de adversarios competitivos en un futuro próximo.
Ahí empieza a mirarse cómo está impactando e impactará la economía real en algunos sectores sociales y geográficos de alta densidad poblacional, que el promedio de los indicadores macroeconómicos a veces genera confusiones o desacoples con las experiencias individuales.
Algunas encuestas indican que si bien el apoyo al Gobierno se mantiene alto, amplios sectores sociales están mutando hacia un menor optimismo. Un estudio de la consultora MIDE muestra esa dualidad.
Lo mismo advierte el especialista en tendencias sociales Guillermo Olivetto en su último artículo en LA NACION, donde señaló que de “la esperanza con templanza”, dominante en el humor social durante año pasado, se ha pasado a una “esperanza con añoranza”. Es decir, lo que en 2024 podía padecerse se aceptaba con estoicismo, sostenido por la ilusión de una mejora en la calidad de vida y en la economía personal junto con el rechazo al pasado. En cambio, la expectativa ahora empieza a convivir con el remembranza de tiempos mejores en cuanto a capacidad de consumo. A la ilusión amenaza con disputarle el terreno del humor social cierta utopía retrospectiva.
Para todos el desafío es pasar el invierno. Pero para la oposición mucho más. La paradójica recuperación de la centralidad de Cristina Kirchner abrió un nuevo escenario, en el que la vuelta del kirchnerismo parece más improbable que el rearmado del peronismo. Sin que eso implique una renovación peronista. Una buena noticia para el Gobierno. Al menos, en el corto plazo.
Las evidencias abren profundos interrogantes respecto de en quién se encarna ese sujeto colectivo tácito enunciado por la expresidenta cuando lanzó el nuevo “vamos a volver” Política
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