Copa Sudamericana: Independiente encontró en el banco la receta para ganarle a Boston River​

Independiente volvió a recibir la Copa Sudamericana en el estadio Libertadores de América después de tres años. Un certamen en el que saca chapa por sus dos conquistas (2010 y 2017). Podría ser candidato por ese palmarés y también por lo que es en el Torneo Apertura, pero este martes le avisaron que será una competencia diferente. Sufrió para ganarle 2-1 a Boston River en un final lleno de emociones: los uruguayos empataron agónicamente (gracias a Facundo Muñoa), pero Pablo Galdames, que hizo un doblete, lo rescató sobre la hora.

El presente del Rojo indica que juega como quiere su gente. Tarea doblemente difícil, porque también se sincroniza con lo que proyecta Julio César Vaccari. En la competencia de Sudamérica le está costando algo más: resulta extraño verlo en una versión tan perdida.

En los primeros minutos parecía que los de Avellaneda entendían la obligación que conllevaba el cotejo tras caer en el debut (0-2) ante Nacional, en los más de 4.000 metros de altura de Potosí. Era ganar o ganar, más aún en certámenes semejantes en los que la localía es trascendental. En efecto, salió a presionar alto como lo caracteriza, ahogando a su rival.

Le duró poco: los jugadores pusieron el freno de mano cuando empezaron a notar que los cinco volantes impuestos por Jadson Viera (con intención notoria de tapar las subidas de Facundo Vera y Álvaro Angulo y emparejar al trío compuesto por Felipe Loyola, Iván Marcone y Luciano Cabral) sobraban ante la movilidad uruguaya y la lógica pasividad en el retroceso del conductor chileno, figura en este Independiente. Boston amenazó con sentirse más cómodo y al anfitrión le costó fluir.

Lo mejor del triunfo de Independiente

No apretó los dientes como en su nueva habitualidad. Tampoco fue claro en su búsqueda. Incluso, confundió las formas, tocando con displicencia pelotas que debían manejarse con mayor seriedad, o no fue inteligente para aprovechar ciertos espacios que se le presentaron.

Casi que su mayor jugada de peligro en la primera mitad se la debió al arquero Bruno Antúnez: quiso parar una pelota por encima del balón y regaló un córner; se demoró en una salida y Santiago Hidalgo le perdonó la vida, ya que metió la mano en una gran presión individual; y el juez brasileño Bruno de Araújo cobró por primera vez los ocho segundos que se le prohíben con la nueva regla, otorgando el debido tiro de esquina.

Media hora tardó el local en acordarse de su identidad. A un toque fue la transición vertical y triangulada entre Hidalgo, Loyola y Vera: el centro terminó en un cabezazo incómodo de Gabriel Ávalos que impactó en el travesaño y, de milagro, no terminó en gol en contra. Momento en el que, más que encenderse, le dio la pauta al conjunto montevideano de que debía empezar a defenderse.

Tan disconforme estaba Vaccari que mandó a la cancha a Lautaro Millán y a Galdames para jugar el segundo tiempo. El primero le permitió un cambio de ritmo necesario, aunque también esa aceleración lo apresuró colectivamente, mientras que el segundo tenía en su bolsillo la llave de los goles y el triunfo.

Una delicia la pelota puesta desde tres cuartos por Cabral destinada al pique de Ávalos, que ganó en lo alto y fue inteligente: se la bajó al ingresante, que se tomó un tiempo para definir a un costado, a los 15 minutos. Gran gol, desahogo total y a jugar un poco más relajado, aunque se mantuvo su tímida tendencia a dañar. El N°10 desaprovechó un mano a mano después de una alta presión de Millán, a la vez que Antúnez le ahogó al chico, de 19 años, un remate peligroso desde un costado.

Fue un final de locos, producto de las obligaciones. Viera mandó atacantes al campo para rescatar algo y estuvo a punto: faltando cinco para el desenlace, el también ingresado Muñoa tomó un rebote y la cruzó con un zurdazo desde la puerta del área. Igualdad y resguardo: el técnico de Boston reacomodó sus piezas para cerrar la paridad. Sin embargo, el local se lo llevó por delante con empuje.

Los chilenos se juntaron sobre la hora. Loyola (jugó en el complemento como lateral) lanzó el centro bajo y potente desde la derecha y encontró en el punto penal a Galdames, que –otra vez- definió tras una pausa. Explosión: la victoria obligatoria era un hecho.

Independiente ganó el encuentro que necesitaba sin su manera. Lo ganó como pudo, cerrando los ojos y buscando lo que fuera. Ganó tranquilidad, aunque fue un llamado de atención: la Copa Sudamericana demandará mayor trabajo para plasmar la idea que lo destaca en el Apertura.

​ El Rojo no jugó bien, pero consiguió un triunfo necesario tras la derrota en el debut  Fútbol 

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