Bahía Blanca, una tragedia anunciada​

La ciudad de Bahía Blanca se ubica en la cuenca inferior del canal Maldonado y del arroyo Napostá. Esta localización se traduce en la rápida acumulación de agua ante lluvias intensas, agravada por una geografía que acarrea sedimentos hacia las zonas más bajas, bloqueando los drenajes, con una expansión urbana desordenada y dispersa que redujo espacios naturales de absorción y escurrimiento hacia el mar. Esta información, que incluía identificación de localidades con mayor riesgo de inundación, estaba contenida en una investigación de hidrografía urbana publicada por el Conicet a comienzos de 2012. Más de una década transcurrió. ¿Qué se hizo al respecto? La desidia de distintas gestiones queda en evidencia cuando hay numerosos ejemplos de obras realizadas que morigeraron los catastróficos efectos de las inundaciones en otros lugares, como por ejemplo en la ciudad de Buenos Aires.

La histórica caída de 290 milímetros de agua en apenas 12 horas el pasado viernes 7 se enmarca dentro de lo que nuestro país anticipó en el Primer Reporte Bienal ante la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático como incrementos en la frecuencia e intensidad de las lluvias junto con el aumento del nivel del mar. La Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) ha advertido al respecto que, en particular, la costa sur de la provincia de Buenos Aires podría sufrir inundaciones permanentes.

Lo ocurrido ha puesto en evidencia no solo la ausencia de una planificación urbana frente a este tipo de fenómenos, sino también la de planes de rápida respuesta ante situaciones extremas. El Programa de Desarrollo Hidráulico dentro del presupuesto nacional experimentó un recorte sideral, a lo cual se sumó la decisión política de subejecutarlo. La Dirección Nacional de Emergencias, organismo a cargo de brindar asistencia ante este tipo de catástrofes, fue recientemente disuelta. Los ahorros saldrán caros.

Bahía Blanca había sufrido en diciembre de 2023 otro temporal con vientos de hasta 140 km/h, que provocó la muerte de 13 personas y graves daños a las redes eléctricas, además de afectar la circulación por la voladura de distintos elementos. Imposible, asimismo, resulta olvidar a las 89 víctimas de las intensas precipitaciones registradas en abril de 2013 en La Plata, o la inundación que provocó 158 fallecidos por el desborde, en marzo de 2003, del río Salado en Santa Fe, que el Plan Maestro Integral del Salado en ejecución busca controlar.

En 2021, el gobernador Axel Kicillof anunciaba licitaciones de obras hídricas en Bahía Blanca por 3000 millones de pesos de entonces para dar respuesta al reclamo de escasez de agua de la población con acueductos, cisternas y cañerías. Si hubiera recogido también lo informado por el Conicet, debería haber anticipado esta contracara del problema que se pretendió resolver.

La gravedad de la hora demanda superar las rencillas y mancomunar esfuerzos entre la Nación y la provincia de Buenos Aires. La política debe ponerse a la altura de las circunstancias tal y como nuestra tan sensible como generosa sociedad viene haciendo con incontables acciones solidarias dirigidas a colaborar con las víctimas bahienses. El generoso despliegue coordinado de personal y medios del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada en apoyo de la población civil en la emergencia ha mostrado también ser un pilar clave. Según estimaciones del intendente Federico Susbielles, la reconstrucción de Bahía Blanca insumirá más de 400.000 millones de pesos. El gobierno nacional autorizó estos días una ayuda por 10.000 millones.

Las imágenes de las salas anegadas del Hospital Interzonal Dr. José Penna, uno de los principales de la región, con el personal trasladando de urgencia a los bebés de neonatología, pusieron en evidencia la calidad humana y profesional del plantel a cargo en imágenes viralizadas que no querríamos volver a ver. Familias enteras en los techos o evacuadas, vehículos descontrolados y a la deriva en impresionantes correntadas, puentes y tramos de asfalto destruidos, viviendas anegadas en las que se perdió todo, reflejan una tragedia que sigue conmoviéndonos mientras la lista de muertos aumenta. Ante la creciente severidad de los fenómenos meteorológicos, urge no solo encarar las obras que permitan mitigar sus efectos, sino también diseñar las alertas tempranas y los protocolos de respuesta. El cambio climático llegó para quedarse.

​ La extrema situación pone una vez más de manifiesto la falta de planes de respuesta rápida, tanto como la conmovedora ola de solidaridad ciudadana  Editoriales 

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