El despido de Vilella: inestabilidad, bioeconomía y promesas incumplidas
El despido de Fernando Vilella de la Secretaría de Bioeconomía confirmó la regla de la inestabilidad en los nombres y en la estructura dedicada a la producción agropecuaria de los gobiernos de los últimos poco más de 20 años. Ninguno de los ministros o secretarios de Agricultura o Agroindustria designados en los gobiernos de distinto signo ideológico se mantuvo cuatro años en el cargo. Con esa falta de continuidad es prácticamente imposible llevar adelante medidas y programas que tengan un impacto positivo sobre la producción.
Cambio en el Gobierno: Vilella dijo que no fue su decisión irse de la Secretaría de Bioeconomía
Curiosamente, en ese mismo lapso, la única política que los diferentes gobiernos mantuvieron fue la de los Derechos de Exportación (DEX) por la cual el agro aportó unos 200.000 millones de dólares sin que volvieran al lugar de origen para generar riqueza y desarrollo en el interior del país. La excepción ocurrió durante el gobierno de Mauricio Macri con la baja a cero de los DEX para trigo, maíz y girasol y de 5 puntos porcentuales para la soja. Lamentablemente, por la crisis financiera los tuvo que restaurar parcialmente en los cereales y suspender la baja prevista en la soja.
El despido de Vilella era la crónica de un final anunciado. Del equipo que presentó ante referentes de la agroindustria poco antes de asumir, varios no llegaron a ser designados (Belisario Castillo, Germán Paats), a otros les pidieron la renuncia desde el Ministerio de Economía (Pedro Vigneau y Germán Di Bella) y hubo quienes ni siquiera llegaron a hacerse cargo de sus funciones, pese a que la propia Secretaría los había anunciado (Daniel Notta, en el Instituto de la Yerba Mate). A eso se sumó que a Vilella le quitaron las potestades administrativas y lo colocaron bajo la coordinación del secretario Juan Pazo.
El cierre de las desprolijidades estuvo en la forma en la que se le pidió la renuncia: Vilella se encontraba en París, en la conexión de vuelos de su gira por China, Japón y Corea del Sur que llevó adelante para abrir mercados para las exportaciones argentinas.
Además del despido del exdecano de la Fauba, el Gobierno se ufanó de que el área volverá a llamarse Agricultura en lugar de Bioeconomía. Muchos festejaron esto como una conquista. Acaso el cambio de nombre haya sido una idea demasiado ambiciosa, pero el concepto de bioeconomía, del que Vilella es un firme difusor desde hace años, abarca lo que hace hoy el agro argentino y lo coloca a la vanguardia mundial: alimentos, fibra, energía y productos industrializados. Y todo es a partir de la gestión de la fotosíntesis, tal como lo explican los expertos. En todo caso se podrá cuestionar a quienes usan ese término o el de “agrobioindustria” para capturar rentas con medidas intervencionistas que perjudican al productor, pero la bioeconomía es compatible con el campo.
Adhesión
El otro cuestionamiento a Vilella, con más prejuicio que sustento, fue su supuesta adhesión a la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Este programa tiene metas loables como terminar con el flagelo del hambre a nivel global, pero tiene otras concepciones peligrosas como la de identificar a la producción de proteínas animales y a la agricultura extensiva como responsables de la destrucción del medio ambiente.
La gestión de Vilella se inscribía en la idea que también impulsan otros países de la región, con el apoyo del Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola (IICA), que hay que discutir la narrativa que pretenden imponer Naciones Unidas y bloques como el de la Unión Europea que los sistemas alimentarios están fallidos. Al contrario, se saca pecho y se levanta la mano: en la Argentina se practica una agricultura de conservación (hoy llamada regenerativa), con siembra directa, y una ganadería basada en el sistema pastoril que captura carbono de la atmósfera. Además, conviene recordar que en los siete meses de gestión no se conoció ninguna medida de Vilella en contra de la producción inspirada en la Agenda 2030.
Al respecto, vale la pena leer la plataforma electoral de La Libertad Avanza en el capítulo “Agricultura, Ganadería y Pesca”, que en su punto 6 menciona la necesidad de “propiciar una agricultura que aplique las buenas prácticas, contemplando la sustentabilidad del suelo y la preservación del medioambiente. En ese sentido son importantes la biotecnología y demás avances tecnológicos y la agroecología”. ¿Esto es Agenda 2030?
En la misma plataforma, en el capítulo de Reforma Económica, en los puntos 13 y 14, se promete “liberar inmediatamente todos los cepos cambiarios” y “eliminar retenciones a las exportaciones y derechos de importación”. Hasta ahora, estos dos puntos no se cumplieron. Y no es por Vilella, precisamente.
El despido de Fernando Vilella de la Secretaría de Bioeconomía confirmó la regla de la inestabilidad en los nombres y en la estructura dedicada a la producción agropecuaria de los gobiernos de los últimos poco más de 20 años. Ninguno de los ministros o secretarios de Agricultura o Agroindustria designados en los gobiernos de distinto signo ideológico se mantuvo cuatro años en el cargo. Con esa falta de continuidad es prácticamente imposible llevar adelante medidas y programas que tengan un impacto positivo sobre la producción. Cambio en el Gobierno: Vilella dijo que no fue su decisión irse de la Secretaría de BioeconomíaCuriosamente, en ese mismo lapso, la única política que los diferentes gobiernos mantuvieron fue la de los Derechos de Exportación (DEX) por la cual el agro aportó unos 200.000 millones de dólares sin que volvieran al lugar de origen para generar riqueza y desarrollo en el interior del país. La excepción ocurrió durante el gobierno de Mauricio Macri con la baja a cero de los DEX para trigo, maíz y girasol y de 5 puntos porcentuales para la soja. Lamentablemente, por la crisis financiera los tuvo que restaurar parcialmente en los cereales y suspender la baja prevista en la soja.El despido de Vilella era la crónica de un final anunciado. Del equipo que presentó ante referentes de la agroindustria poco antes de asumir, varios no llegaron a ser designados (Belisario Castillo, Germán Paats), a otros les pidieron la renuncia desde el Ministerio de Economía (Pedro Vigneau y Germán Di Bella) y hubo quienes ni siquiera llegaron a hacerse cargo de sus funciones, pese a que la propia Secretaría los había anunciado (Daniel Notta, en el Instituto de la Yerba Mate). A eso se sumó que a Vilella le quitaron las potestades administrativas y lo colocaron bajo la coordinación del secretario Juan Pazo. El cierre de las desprolijidades estuvo en la forma en la que se le pidió la renuncia: Vilella se encontraba en París, en la conexión de vuelos de su gira por China, Japón y Corea del Sur que llevó adelante para abrir mercados para las exportaciones argentinas.Además del despido del exdecano de la Fauba, el Gobierno se ufanó de que el área volverá a llamarse Agricultura en lugar de Bioeconomía. Muchos festejaron esto como una conquista. Acaso el cambio de nombre haya sido una idea demasiado ambiciosa, pero el concepto de bioeconomía, del que Vilella es un firme difusor desde hace años, abarca lo que hace hoy el agro argentino y lo coloca a la vanguardia mundial: alimentos, fibra, energía y productos industrializados. Y todo es a partir de la gestión de la fotosíntesis, tal como lo explican los expertos. En todo caso se podrá cuestionar a quienes usan ese término o el de “agrobioindustria” para capturar rentas con medidas intervencionistas que perjudican al productor, pero la bioeconomía es compatible con el campo. AdhesiónEl otro cuestionamiento a Vilella, con más prejuicio que sustento, fue su supuesta adhesión a la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Este programa tiene metas loables como terminar con el flagelo del hambre a nivel global, pero tiene otras concepciones peligrosas como la de identificar a la producción de proteínas animales y a la agricultura extensiva como responsables de la destrucción del medio ambiente. La gestión de Vilella se inscribía en la idea que también impulsan otros países de la región, con el apoyo del Instituto Interamericano de Cooperación Agrícola (IICA), que hay que discutir la narrativa que pretenden imponer Naciones Unidas y bloques como el de la Unión Europea que los sistemas alimentarios están fallidos. Al contrario, se saca pecho y se levanta la mano: en la Argentina se practica una agricultura de conservación (hoy llamada regenerativa), con siembra directa, y una ganadería basada en el sistema pastoril que captura carbono de la atmósfera. Además, conviene recordar que en los siete meses de gestión no se conoció ninguna medida de Vilella en contra de la producción inspirada en la Agenda 2030. Al respecto, vale la pena leer la plataforma electoral de La Libertad Avanza en el capítulo “Agricultura, Ganadería y Pesca”, que en su punto 6 menciona la necesidad de “propiciar una agricultura que aplique las buenas prácticas, contemplando la sustentabilidad del suelo y la preservación del medioambiente. En ese sentido son importantes la biotecnología y demás avances tecnológicos y la agroecología”. ¿Esto es Agenda 2030?En la misma plataforma, en el capítulo de Reforma Económica, en los puntos 13 y 14, se promete “liberar inmediatamente todos los cepos cambiarios” y “eliminar retenciones a las exportaciones y derechos de importación”. Hasta ahora, estos dos puntos no se cumplieron. Y no es por Vilella, precisamente. Campo
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